9 mar 2012

VIH Sida Cuídate en Positivo - Sida Studi nos acerca una reflexión sobre salud sexual y sexualidad.



Vientos convulsos.

Barcelona, 09/03/2012
Fuente: SIDA STUDI







Francina Costa Guillén, es miembro del equipo de formación de SIDA STUDI, en este artículo reflexiona sobre los conceptos de salud sexual y sexualidad en un momento en que se cuestionan sus significados.

Corren vientos convulsos. Vamos con las melenas despeinadas, con las ideas desgreñadas. Las entidades, espacios y profesionales que trabajamos por la promoción de la salud sexual caminamos inclinando el cuerpo hacia adelante para compensar la furia de unos vientos que quizás habían sido contenidos durante tiempo y que, ahora, están encontrando isobaras listas y preparadas que abren camino para llevarse todo lo que no convence, no cuadra.

Estamos viendo tambalear leyes que han supuesto un esfuerzo de consenso por parte de la administración y una lucha antigua de la sociedad civil. Una de estas leyes que el viento hace temblar es la Ley de Salud Sexual y Reproductiva, que da marco al derecho de una chica/mujer a decidir sobre los procesos de su cuerpo asumiendo, por tanto, las consecuencias. Esta normativa permite decidir, por ejemplo, interrumpir un proceso de embarazo sin tener que justificarse con perjuicios mentales, y también el libre acceso a la píldora post-coital como método de emergencia para la inhibición o el retraso de la ovulación (que no para la interrupción del embarazo).

La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la salud sexual como "un estado de bienestar físico, emocional, mental y social relacionado con la sexualidad; no es meramente la ausencia de enfermedad, disfunción o debilidad. La salud sexual requiere un acercamiento positivo y respetuoso hacia la sexualidad y las relaciones sexuales, así como la posibilidad de obtener placer y experiencias sexuales seguras, libres de coerción, discriminación y violencia. Para que la salud sexual se logre y se mantenga, los derechos sexuales de todas las personas deben ser respetados, protegidos y cumplidos." [1]

La misma OMS también define la sexualidad como "un aspecto central del ser humano, presente durante su vida. Incluye el sexo, las identidades y los roles de género, el erotismo, el placer, la intimidad, la reproducción y la orientación sexual. Se vive y se expresa a través de pensamientos, fantasías, deseos, creencias, actitudes, valores, conductas, prácticas, papeles y relaciones interpersonales. La sexualidad puede incluir todas estas dimensiones, aunque, no todas ellas se viven o se expresan siempre. La sexualidad está influida por la interacción de factores biológicos, psicológicos, sociales, económicos, políticos, culturales, éticos, legales, históricos, religiosos y espirituales.[2]

Las fuertes corrientes que hoy en día están soplando presionan para recortar el significado de la salud sexual y de la sexualidad. Sin este punto de partida, el viento corta las alas a los profesionales que trabajamos en el ámbito de la sexualidad de las personas, castigando, estigmatizando e imponiendo la polarización entre lo correcto de lo incorrecto. Se evidencia el temor y el miedo que provocan estos conceptos entendidos desde una concepción amplia del ser humano. ¿Por qué todavía asustan estas palabras? Intentan definir, poner nombre, consensuar conceptos que quieren atrapar lo intangible pero que es real y no queremos perder. Les invito a olerlas, o atravesarlas, o maldecirlas o a recordar. Y si les resuena algo, cuestiónenlas, pueden cuestionarlas y ponerlas del revés. Yo lo hago, y también desde el equipo profesional al que pertenezco lo hacemos. Hagámoslo con tranquilidad, dejemos un rato de lado esta brisa que corre estos días, densa y seca, que nos quiere hacer entender que el hecho de cuestionar puede desestabilizar esta fuerza armoniosa que necesita ahora la sociedad.

Una de las claves para explicar el temor que nos despiertan estas palabras es que hablar de salud sexual todavía genera una niebla de dificultades, como si estuviéramos tocando algo que debemos dejar estar tal cuál, y que puede herir sensibilidades.
En SIDA STUDI llevamos más de 15 años trabajando con estas palabras, en la promoción de la salud sexual, evaluando nuestras intervenciones educativas, participando en redes con otros profesionales de Cataluña y del resto del Estado español, procurando enriquecernos y mejorar día a día nuestro trabajo. Y en nuestro ámbito, nos acompañan siempre las ráfagas de los cambios políticos, los cambios de ideología y ahora también los cambios económicos. Aceptémoslo, ya está pasando: hay cambios en la percepción de los derechos laborales, en los derechos a la salud (la conocida como salud general), el derecho a la educación. Y soplan, soplan tan fuerte estos vientos que pueden recortar, también, mi libertad de vivir mi sexualidad y de gestionar mi salud.

Las entidades que trabajamos en la promoción de la salud sexual nos dirigimos a personas reales. Personas que no lo hacen todo bien porque no es posible hacerlo todo bien, porque nosotros, jóvenes, adultos y mayores, somos graciosamente imperfectos. Somos humanos y a menudo acertamos y a menudo nos equivocamos. Y en el ámbito de la sexualidad, por supuesto, también nos pasa lo mismo. La sexualidad nace con nosotros, la hacemos crecer y nos hace crecer, y a lo largo de la vida mantenemos una danza vital con todas las sinergias que el lenguaje nos hace incluir en el término de salud, en su sentido más holístico.

Porque salud no es sólo vacunarme anualmente de la gripe. Salud es el proceso con el que yo también bailo, son mis movimientos, que me hacen pasear entre el bienestar y la tensión. Y no tiene sólo que ver con mi cuerpo, sino también con cómo yo he aprendido las cosas, lo que vi en mi casa, lo que me enriqueció y lo que no entendí; cómo he aprendido y cómo rectifico para acercarme a lo que siento, a lo que me hace vibrar, o lo que me deja desolada. Tiene que ver en qué medida me siento capacitada para cuidarme, para buscar la información que necesito, para expresarme con claridad y solicitar apoyo o, por supuesto, para protegerme de una actitud o acción que me hace sentir despreciada. La vivo como el derecho que tengo a no diferenciarme de los demás en mis gustos, preferencias y orientaciones o a diferenciarme si lo deseo, o a contradecirme. Y también es descubrir y aprender mi responsabilidad de respetar a la persona con la que me relaciono y las personas de mi entorno. Y si no lo hago, en todo caso soy responsable de asumir las consecuencias. Es lo que tienen las relaciones personales.

En definitiva, salud es crecer, es mi proceso de maduración, ni más ni menos que el mío, irrepetible, con mis facilidades personales y mis limitaciones, que quizás me confrontan conmigo misma, me confrontan con el entorno y a veces me permiten saber algo más sobre quién soy.

Y todo esto también es extrapolable a la sexualidad, porque también estoy hablando de la atracción, de la ternura, del sexo, del placer y del amor. Estoy hablando de cómo amo "para siempre", de la pereza de entender al otro, de si me gusta acariciarme como sólo sé hacer yo o bien si creo que eso sólo lo hacen las chicas que han estado demasiado descontroladas. Estoy hablando de mi maternidad, de mis experiencias sexuales, de si soy honesta con lo que siento al tener relaciones sexuales con otra persona o de la alegría de descubrir que los cuentos son eso, cuentos.

Porque la salud sexual y la sexualidad tienen que ver con la capacidad de decidir sobre la gestión de nuestro propio cuerpo y de nuestras emociones. Tienen que ver con la búsqueda de nuestro bienestar, en un sentido físico, placentero y emocional y con la gestión de riesgos, una búsqueda que es personal y diferente para cada uno de nosotras. Y puedo perder el aire, y a menudo, faltaría más, porque esto no es una peli, ni un libro sagrado, ni un folleto. Y porque la gestión de nuestra salud, nuestra salud sexual, la hacemos cada día, sople quien sople, inclinándonos hacia atrás y hacia adelante.

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