La vida te da sorpresas.
Las increíbles historias de dos transexuales que durante años le escondieron la verdad a sus respectivas parejas.
La historia de una mujer que vivió como hombre durante más de 60 años y se convirtió en uno de los más populares músicos de jazz, y el drama de un diplomático francés que sostuvo una relación conyugal con otro hombre, un chino, creyéndolo una mujer, se han convertido en los últimos meses en dos de los más escandalosos casos de transexualidad y erotismo y han provocado toda clase de conjeturas, dramas teatrales, series de televisión y hasta una película de Hollywood con Al Pacino.
Jon Clark, de 26 años, Scott de 24 y Billy de 19, se sintieron conmocionados en su casa de Spokane, Washington, cuando al morir su padre adoptivo, Billy Tipton, se descubrió que era una mujer y que durante toda su vida había ocultado su verdadera identidad sexual porque quería destacarse como músico de jazz, un campo reservado tradicionalmente a los varones.
Todos quedaron conmocionados con la revelación y en el pueblo, una de las residentes resumió los sentimientos de los vecinos con esta frase: "No he podido dormir durante tres días. Durante más de 40 años conocí a Billy como un hombre y ahora resulta que es una mujer", mientras la única mujer que podía aportar una luz sobre esta conducta misteriosa, Kitty Oakes, la viuda, permanecía callada y sin aportar comentario alguno a la mascarada del marido.
Tipton había nacido en Oklahoma y desde los 7 años reveló sus inclinaciones musicales, hasta cuando a los 16 años, decidida a formar parte de una Big Band adoptó la apariencia externa de un hombre y se fue convirtiendo en uno de los jazzistas más populares. Los que recuerdan al Tipton de entonces, hablan de un hombre de maneras suaves, hombros estrechos y rostro infantil, quien siempre prefería mantenerse al margen de cualquier controversia. En 1960 se casó con una rubia llamada Kitty Oakes con quien adoptó tres hijos para quienes fue un padre ejemplar que los llevaba a la playa, reparaba sus bicicletas y los ayudaba con sus tareas escolares. Recordando ahora algunas costumbre del padre, los hijos revelan cómo, por ejemplo, jamás se bañaba en el mar nunca aparecía sin camiseta, casi nunca se afeitaba y mantenía habitaciones separadas con la esposa.
El último año fue duro para Bill, porque la bursitis y la artritis que habían acabado con su carrera musical en 1973, se intensificaron y se ganaba la vida llevando la contabilidad personal de algunos amigos. Se le veía mustio y tenso, quizás hundido por el peso del secreto que guardaba. Al morir no dejó nota alguna que explicara a la mujer y los hijos su conducta y uno de los muchachos dice, analizando el comportamiento del padre: "A lo mejor, alguna vez quiso contarnos lo que estaba pasando, lo que estaba sufriendo, pero el temor a ser rechazado, a convertirse en objeto de burla, se lo impidió. La verdad es que sus hijos lo hubiéramos entendido, lo habríamos aceptado porque al fin y al cabo hizo un estupendo trabajo como músico y como padre, y eso es lo que vale".
La otra historia, la del francés y el chino es más complicada.
En 1964, un joven llamado Bernard Boursicot llegó a la recién abierta embajada francesa en Pekín, como empleado contable. Impulsivo y resuelto a la aventura, cuando conoció a Shi Peipu quedó enamorado y sostuvo una relación clandestina, con un hijo incluída, relación que se vio truncada cuando el Ejército Rojo comenzó a presionarlos y el francés, con el fin de no perder a su amante comenzó a pasar documentos secretos de su embajada a los funcionarios chinos. Dieciocho años más tarde, cuando pudieron salir al extranjero, fueron arrestados bajo el cargo de espiar a favor de los chinos y contra los intereses franceses. Hasta ahí era un drama romántico seguido de cerca por millones de lectores de periódicos y televidentes.
La muchacha china era llamada la Mata Hari de Oriente y el francés, considerado un héroe aventurero. Pero el golpe fue mayor cuando se supo que los médicos de la prisión, al examinar a la joven descubrieron que era un hombre. Cuando Bernard Boursicot supo estas noticias en prisión, intentó degollarse. Su historia se convertiría en una de las más famosas y premiadas obras de teatro de los últimos años con el título de "M. Butterfly", pronto convertida en miniserie y dentro de poco, en una película con John Lithgow y B.D. Wong.
Detrás de la historia se esconden muchos interrogantes: ¿cómo pudo un hombre acostarse con otro durante 18 años, tomándolo como una mujer? ¿Cómo hizo el otro para tener un hijo? ¿Es que el diplomático era un simple homosexual que se vio envuelto en una intriga diplomática? Hasta hace poco ni el francés ni el chino, quienes viven separadamente en París, han accedido a explicar la naturaleza de sus prolongadas relaciones.
Pero poco a poco comenzaron a abrirse con la prensa. Boursicot, quien tiene ahora 43 años, se burla de las versiones que hay de su romance y sostiene que en el fondo todo formó parte de una hermosa historia de amor.
En 1964, China atravesaba grandes cambios y después de 15 años cerrada a los extranjeros, era un país fascinante. Shi Peipu, nacido en una familia de aristócratas y sobrino de un viceministro de Cultura, siempre fue un muchacho solitario que buscaba la compañía de pájaros y estrellas. A los 17 se convirtió en cantante de la Opera de Pekín, interpretando como es la costumbre en China, papeles masculinos y femeninos indistintamente. Fascinado con los papeles femeninos, en ocasiones se sentía preocupado por la atmósfera hostil que en China existe contra los homosexuales. A los 26 años dejó de trabajar en la Opera y se dedicó a escribir libretos y como hablaba otros idiomas tenía acceso al mundo diplomático, hasta cuando conoció a Bernard, en la Navidad de 1964. Aparentemente nada tenían en común. Bernard venía de una familia pobre y su amor por los viajes y los países exóticos le habían servido para escapar de la estrechez rutinaria. En Argelia tuvo su primera experiencia sexual con una prostituta barata y cuando en 1964 los franceses reconocieron el régimen de China Comunista, él fue incluído entre los primeros diplomáticos en llegar a Pekín.
La historia se hace más densa y confusa con los recuerdos actuales del francés. Conoció al amante, pero con la apariencia de un hombre, tímido y suave y siguió tratándolo siempre como un varón pero sin tendencias homosexuales. Boursicot pensaba que esa imagen masculina era sólo eso, una apariencia, y que el amigo en realidad era una mujer. Lo cierto es que ambos hombres se gustaron mutuamente desde el primer momento en que se vieron. Shi insiste en que nunca le dijo expresamente al francés que era una mujer, y el amigo insiste en que siempre vio al chino como una hembra, suave y sensual. Ambos coinciden en que la ingenuidad del uno y la debilidad del otro trastocaron sus verdaderos papeles sexuales y la relación fue solidificándose más mientras aumentaban los rumores en los círculos diplomáticos de Pekín.
Boursicot hace memoria: una noche en que ambos estaban tensos, el chino le reveló su secreto: era una mujer pero siempre había adoptado la apariencia de un chico porque en su familia había demasiadas mujeres y una más, se convertiría en una boca inútil para alimentar. El chino le pidió al francés que le guardara ese secreto y el diplomático no se sorprendió porque todas las apariencias del otro indicaban su femineidad.
Algunos siquiatras que han analizado la historia detenidamente, han llegado a una conclusión: Bernard quería creer la historia de Shi, la historia de que era una mujer porque él mismo era incapaz de enfrentar sus deseos homosexuales. Pero el mismo Bernard tiene otra teoría: piensa que Peipu le contó que era una mujer porque sabía que el francés nunca se acostaría con un hombre. Entonces comenzaron a sostener relaciones sexuales. Shi siempre se cubría con una sábana y nunca dejaba que el otro encendiera la luz ni le tocara. Mientras Bernard, dice ahora, experimentaba las mismas sensaciones que si estuviera con una mujer. Lo cierto es que durante todos esos años de vida conyugal estuvieron juntos muy pocas veces. La farsa fue mantenida por el chino con un escrúpulo teatral.
En agosto de 1965, Shi anunció que estaba embarazada, pero después, en medio de una escenificación sangrienta, también anunció que había abortado. Meses después un segundo embarazo fue anunciado y esta vez nació un niño a quien bautizaron Bertrand.
¿Cómo hizo el chino? La explicación de Shi es simple: en una ocasión le solicitó a Bernard que utilizara un condón y más tarde, el esperma recogido se utilizó para fertilizar a una mujer de quien nació el hijo de ambos.
La Revolución Cultural alejó a los amantes, los frecuentes viajes del francés enfriaron las relaciones y después de numerosos problemas políticos y personales pudieron reunirse de nuevo, en París, acusados por las autoridades de haber espiado a favor de los comunistas. En la cárcel, al ser examinado, el chino sería descubierto por los médicos.
Aunque ambos viven ahora en París, no se ven jamás y el chino es sostenido por Bertrand, el hijo de Bernard, un excelente cocinero. Una obra de teatro, una miniserie de televisión y la película han reabierto el interés morboso de la gente.
Semana. com 27/03/1989 (Colombia).
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