Logotipo de la Organización Mundial de la Salud
Multilateralismo y salud global.
23 de octubre de 2009 - El premio «Príncipe de Asturias» que hoy recibe la OMS es digno de aplauso y llega en un momento muy oportuno para la organización
Pedro L. Alonso - Médico.
Director del Centro de Investigación en Salud Internacional de Barcelona (CRESIB).
No podemos sino congratularnos de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) reciba hoy el premio «Príncipe de Asturias» de Cooperación Internacional. No sólo porque se reconoce así la labor de una institución cuyo mandato principal es funcionar como un órgano coordinador de las acciones sanitarias de todos los países y establecer las normas básicas, sino porque el jurado se lo ha otorgado en un momento particularmente oportuno, en el que la organización se enfrenta al reto de adaptarse a un contexto internacional muy distinto del de su fundación, hace más de 60 años, al acabar la II Guerra Mundial.
Si la decisión del jurado debe ser motivo de felicitación, el liderazgo de la doctora Margaret Chan y sus esfuerzos por mantener y potenciar una OMS fuerte y comprometida son dignos también del mayor aplauso. No es una labor menor, teniendo en cuenta que para muchos países, particularmente en África, esta organización continúa siendo el principal apoyo técnico para garantizar a sus ciudadanos el acceso fundamental a la salud.
Pero esto no significa, sin embargo, que la institución no enfrente retos muy importantes. Las constricciones financieras a las que se ha visto sometida la OMS en los últimos años han provocado el escaso o nulo crecimiento en su capacidad de dar respuesta tanto a los crecientes y múltiples retos relacionados con la salud como a las necesidades de coordinación en un mundo mucho más globalizado que cuando se creó la institución, en 1948. Por otro lado, la aparición de nuevos actores en la escena de la salud global, incluyendo fundaciones privadas con grandes recursos económicos, acciones y programas directos de países donantes, así como nuevas estructuras internacionales de financiación como el Fondo Mundial de Lucha contra el Sida, la Tuberculosis y la Malaria; la Alianza Mundial para Vacunas e Inmunización (GAVI) o el Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/Sida (ONUSIDA), conforman un escenario caracterizado por la multiplicidad de actores y la fragmentación de los relativamente escasos recursos públicos destinados a la salud.
Esta situación amenaza y en algunos casos puede llegar a cuestionar el papel de la OMS como órgano encargado de liderar las acciones sanitarias internacionales, establecer normas y procedimientos, dar apoyo técnico a los países que así lo necesiten y emitir recomendaciones sobre las prioridades de la investigación.
Además de analizar el contexto cambiante y complejo en el que desarrolla su papel, la OMS también debería mirarse a sí misma y tratar de entender las razones internas que han contribuido a que su papel de actor global esté amenazado. Por un lado, el complejo sistema de gobierno y la tensión continua entre la sede central en Ginebra, las oficinas regionales y las delegaciones en los países afectan la eficiencia de la acción. Por otro lado, la política de recursos humanos, que no atrae a los mejores y más cualificados expertos y en la que no se prima la excelencia técnica, ha generado importantes bolsas de funcionarios que no garantizan la confianza y credibilidad internacional que la organización necesita.
Históricamente, la presencia española en el seno de la OMS ha sido limitada, pero hay ejemplos dignos de destacarse. Como referencia histórica, es de justicia el recordar en un día de alegría como hoy al doctor José Nájera, antiguo responsable de la división de enfermedades tropicales, el español que ha ocupado el puesto de más alto rango en la historia de la OMS, y, a su vez, uno de los expertos mundiales en malaria más reconocidos. Entre los funcionarios incorporados más recientemente me gustaría resaltar al doctor Jorge Alvar, un reconocido experto mundial en leishmaniasis que desde su llegada a Ginebra ha dado un renovado impulso a la investigación y el control de esta enfermedad.
El acta del jurado del premio «Príncipe de Asturias» destaca que la OMS es «una de las instituciones más respetadas por su labor de salvaguardia del derecho fundamental de todo ser humano a la salud». La de la OMS es una historia de grandes logros como la erradicación de la viruela, y de fracasos parciales, como la fallida erradicación de la malaria de los años sesenta. La exigencia de un acceso equitativo a la atención sanitaria, así como la urgente necesidad de acciones comunes y la responsabilidad compartida frente a los nuevos retos que amenazan la salud de todos, obliga a otorgar todo nuestro apoyo para garantizar que la OMS continúe ejerciendo en el futuro las labores que le son de competencia exclusiva.
Al mismo tiempo hacen falta nuevos mecanismos que faciliten su colaboración con aquellos otros organismos e instituciones que están mejor posicionados para realizar otras actividades que no son exclusivas de la OMS. Hoy es un día en el que España debe renovar su firme compromiso y apoyo a la OMS y a su directora para cumplir con su papel y afrontar con valentía los cambios necesarios que la organización necesita para encarar un futuro lleno de retos.
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