9 de julio de 2009.
Las asociaciones LGTB eligieron este año para celebrar el Orgullo, identificar la manifestación del 28 de junio con la educación y contra la homofobia.
Ya no nos queda ninguna excusa.
Abordar la diversidad sexual en la educación no puede ser una campaña pasajera y es necesario tratar en las escuelas la diversidad sexual y el analfabetismo de género.
Entrevista a Raquel Platero, es activista, docente en secundaria e investiga sobre ciudadanía íntima en la UCM.
Cuando hablamos de la situación de la homofobia en el Estado español es inevitable referirnos al cambio, a la situación paradójica de convivencia de los valores más tradicionales e inmovilistas con una nueva visibilidad y acceso a derechos. Si nos preguntamos por la homofobia en la educación, observamos dos situaciones de diferente velocidad. Por una parte, el profesorado que piensa que no necesita saber más de lo que ya sabe, que su alumnado ya tiene suficiente con tener las habilidades básicas y que, claro, cada año los estudiantes son peores. Y por otra parte, un alumnado y profesorado que se enfrenta con sus propias herramientas a las normas dominantes, con el consabido castigo por manifestarse como lesbianas, gays, trans, o por su identidad de género elegida.
En muchos centros la tónica habitual es aseverar que aquí no tenemos ese problema. Es decir, que la discriminación de género, homófoba o xenófoba no existe, que hemos alcanzado una situación aparente de igualdad formal. Y esta afirmación imposibilita que reconozcamos que tenemos alumnado gitano, trans, o migrante, por ejemplo. Su argumento es que, si abordamos de forma específica alguna de estas realidades, estamos creando la diferencia. Negar la diversidad y complejidad no nos posibilita entender por qué faltan a clase, por qué a veces tienen actitudes pasivas, por qué no quieren salir al recreo o nadie les elige en los trabajos en grupo, por qué desconectan con los contenidos o dejan el instituto demasiado pronto… Y nos permite dar otras explicaciones menos incómodas a su comportamiento: son vagos, tontos o incapaces.
Son ya bastantes los centros educativos que están abordando la homofobia y el sexismo. A veces hay algún docente valiente al tiempo que kamikaze que se atreve a introducir cuestiones en el aula, pero su trabajo no aparece en ningún medio de comunicación. Otras veces organizaciones LGTB nos dan una charla; y otras, son campañas institucionales que salen más en los medios de comunicación que su presencia en las aulas. Esta situación de visibilidad es inédita, y sin embargo persiste la impresión de estar abordando problemas aislados que afectan a una minoría del alumnado, que no tienen conexión con otras discriminaciones estructurales, y que nada tiene que ver con las cuestiones verdaderamente importantes.
En esta situación de doble velocidad, para muchas personas el armario sigue siendo la opción más segura. Al menos hasta saber cómo reacciona tu profesor, tu compañero de clase, el claustro de profes… Para muchas de nosotras la vida no puede esperar a pedir permiso a la persona que tenemos al lado. Para las niñas y niños trans en Primaria es vital que se reconozca ya su nombre y su identidad. No pueden esperar ni al curso que viene, ni a la semana que viene. A los y las adolescentes no les podemos negar los sentimientos que tienen por alguien del mismo sexo. Luego diremos que “no conocemos a estos jóvenes ni qué les pasa por la cabeza”. Al profesorado se nos pide que enseñemos sobre valores, pero que no abordemos las cuestiones LGTB porque son incómodas. De nuevo, se nos demanda que nuestra vida sea irrelevante para el ejercicio docente, y esto es simplemente imposible.
Las escuelas rebosan heterosexismo.
No es una fase y no se nos va a pasar. La sexualidad y la identidad de género no son caprichos fugaces. No se trata de algo irrelevante para el desarrollo de la persona en formación. Abordar la diversidad sexual en la educación no es una campaña pasajera. Es una necesidad real de hoy. Se está haciendo en países europeos como Escocia y Holanda, incidiendo directamente en reducir la homofobia. En nuestro entorno, hay muchos docentes que llevan años trabajando por una educación integral en igualdad. Un trabajo que se ve recompensado por estudiantes que vuelven al cabo de los años para agradecerte tu trabajo y explicarte que algo que dijiste hizo que dejaran de sentirse aislados o raros, que les ayudó a tener un pensamiento crítico y constructivo. Docentes que estamos abordando el analfabetismo de género y las sexualidades, poniendo de manifiesto que no sólo existe el currículum oculto, sino que también en el oficial se está reforzando el heterosexismo.
No podemos escudarnos en que el profesorado está desbordado con otras cuestiones urgentes. No podemos poner como excusa la presión conservadora que nos pide que hagamos clones de buenos estudiantes cívicos que no piensen por sí solos. No podemos doblegarnos a las salas de profesores que ven en la homofobia una herramienta didáctica para enseñar a los chicos a no ser nenazas y convertirse en hombres de verdad.
Es hora de hacernos visibles, enseñar sobre la sexualidad de manera transversal en todas las asignaturas y etapas educativas, entendiendo que para abordar la homofobia tenemos que hablar también del vínculo con otras formas de exclusión. En una Europa que expande derechos y a la vez se derechiza, es el momento de movilizarse por los derechos sexuales. Ya no nos quedan excusas.
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