A solas con el test del VIH.
EE
UU aprueba la primera prueba casera del sida.
La
idea preocupa a los expertos por la falta de asesoramiento inmediato.
La
ventaja: sacar a la luz la infección oculta.
EE UU da luz verde a la primera
prueba casera del VIH.
Diario “El País”
04/07/2012
Desde la prevención a los
tratamientos, no hay prácticamente un aspecto que tenga que ver con la
infección por VIH (o con el sida que esta puede causar) que no esté rodeada de
polémica. Cada paso que se da respecto a la última gran pandemia, que en poco más
de 30 años ha llegado a todos los rincones del planeta y que afecta actualmente
a 34 millones de personas en el mundo (unas 150.000 en España), levanta una
polvareda. Y el último, la autorización por la Agencia del Medicamento estadounidense
(FDA por sus siglas en inglés) de un test rápido de venta en farmacias para que cualquier persona se pueda
hacer la prueba en casa, no ha sido una excepción.
Hasta ahora,
hay dos maneras para saber si una persona está infectada por el VIH: un
análisis de sangre, cuyos resultados tardan días, o una prueba en la que un
dispositivo similar al de los test de embarazo detecta los anticuerpos a partir
de una muestra de saliva del interesado. Una prueba fiable casi al 100% si da
negativo, pero que necesita ser confirmada con la analítica tradicional si da
positivo, indica Olivia Castillo, jefa del Área de Prevención (el mayor cargo a
falta de que el Gobierno nombre a un responsable), del Plan Nacional para el
Sida español.
Es este último
tipo de prueba —la de la saliva—, la que EE UU ha aprobado para su venta sin
receta. Se comercializará con el nombre de OraQuick, tendrá un precio de entre
28 y 48 euros y está diseñada, según la FDA, para que cualquiera pueda
hacérsela a solas. Aunque este organismo advierte de que los resultados deben
confirmarse con otros análisis adicionales. “Autorizamos su uso doméstico
porque, para la persona, conocer su estado de salud es un factor esencial a la
hora de prevenir esta enfermedad. Saber es el primer paso para combatir”, dice
Karen Midthun, directora del centro para la Evaluación e Investigación
Biológica de la FDA en un comunicado.
Pero ese
argumento, el de la importancia de que cada vez más gente se haga las pruebas
para que aflore la infección oculta, no convence a todos. Los expertos se
muestran divididos entre quienes creen que cualquier tipo de prueba —casera o
no— es buena y los que consideran que un test como el del VIH debe hacerse con
asesoramiento médico.
En España, la
prueba rápida solo se hace por el sistema sanitario o por organizaciones de
atención al afectado. Aunque su venta libre en farmacias para una autoprueba
“no sería ilegal”, pero ningún laboratorio lo ha solicitado, dice Castillo.
Tampoco es complicada. Los ensayos que se han hecho muestran que más del 90% de
los voluntarios hacía e interpretaba bien la prueba, explica.
Pero la
controversia de este análisis casero es otra. De alguna manera, la gravedad que
durante sus primeros 15 años acarreó la infección con su consecuencia, el sida,
y su asociación con las conductas sexuales —lo que le ha dado aún más
visibilidad— hicieron que alrededor del VIH se montaran unas estructuras y
pautas que ahora pueden quedar en entredicho. Es lo que en el lenguaje del
activismo se llama “counselling [asesoramiento] y apoyo”, admite Castillo.
La idea es que
antes de hacer la prueba, durante los 20 minutos que se tarda en obtener el
resultado y en el momento de dar el diagnóstico se puede hacer una importante
labor de información al afectado. Si da negativo, para reforzar conductas de
prevención; si no, para dar orientación y apoyo, que, en el caso de una ONG
como Apoyo Positivo, llega a ofrecer terapias individuales y grupales o
servicios de acompañamiento al sistema sanitario, como indica su responsable
del Área de Prevención, Iosu Azqueta.
Ferran Pujol,
de la ONG Hispanosida,
que dirige el centro Bcn Chackpoint, un referente a la hora de hacer la prueba
rápida, con más de 3.000 al año, es un firme defensor de las ventajas de este
sistema. “Sinceramente, la venta libre no me parece admisible”, dice tajante.
Organizaciones como la Plataforma del VIH en Europa afirman rotundamente que
“la prueba, si no está vinculada al acceso al tratamiento, no es ética”.
Pujol cree que
el diagnóstico del VIH es lo suficientemente grave o preocupante como para que
lo dé alguien preparado. “Se dice que es lo mismo que con un embarazo, pero no
es así. Para empezar, el embarazo no es una enfermedad. Para seguir, si el
embarazo no es deseado tiene solución; con el VIH no es así”, afirma. “Pero
nadie aceptaría que un médico le diera un diagnóstico de cáncer por SMS, por
ejemplo”, añade Pujol. Es un diagnóstico que debe ser comunicado por un experto
que pueda orientar los siguientes pasos a quien dé positivo, dice.
El coordinador
del Plan Antisida del País Vasco, Daniel Zulaika, también se muestra crítico
con que se vendan en la farmacia o por Internet pruebas caseras capaces de
detectar en VIH. “No son unas pruebas como las de los embarazos o la glucosa.
El del VIH no es el test más adecuado para autoadministrárselo; ni tiene la
misma trascendencia ni una carga emocional tan potente”, opina. El experto en
planes antisida recalca que la información es vital a la hora de afrontar el
análisis: “Hemos comprobado que las personas llegan preocupadas y que alguien
tiene que explicarles que existen falsos positivos y que la prueba hay que
hacérsela tres meses después del posible contacto de riesgo, el periodo ventana”.
Azqueta, el
responsable de la prueba en Apoyo
Positivo, también defiende las ventajas del modelo actual. “Si una
persona llega histérica a hacerse la prueba la dejamos en paz, pero, si no, es
el momento de revisar qué pasa con su comportamiento, por qué ha tenido una práctica
de riesgo. Y, si sale positivo, es el momento de aclarar las primeras dudas.
Aún hay muchos que lo primero que preguntan es si se van a morir, y hay que
explicarles que no, que hay tratamiento”, cuenta.
Esta idea de
que es un diagnóstico en el que hay que estar acompañado de alguien con ciertos
conocimientos es lo que había hecho que, hasta ahora, lo más lejos que se había
llegado había sido a facilitar la prueba rápida a ONG —en Madrid, por ejemplo,
es la propia Comunidad la que coordina el reparto y lo hace gratis— o a que se
haga en farmacias; como en el País Vasco, Cataluña, Castilla y León o Ceuta.
Donde funciona muy bien, según Castillo.
El caso vasco
es claro. El modelo se implantó buscando un equilibrio entre accesibilidad, el
anonimato y el consejo; y con el objetivo de lograr una mayor detección
temprana de casos. Los test rápidos para la detección del virus —se usan unas
gotas de sangre en lugar de saliva— realizados en más de 30 farmacias han sido
un éxito, según Osakidetza, el sistema vasco de salud. Desde 2009 y por cinco
euros, 9.500 personas se han hecho la prueba con el resultado de 95 positivos.
Además, en las boticas se les asesora y se les deriva a centros especializados;
una de las ventajas que aducen los impulsores de que se hagan allí las pruebas,
que no tienen las caseras, donde el temor y el mal trago se afrontan en
soledad. O no.
Pero la
cuestión es si este abordaje es suficiente. Los ensayos más recientes indican
que el tratamiento es la mejor prevención para la transmisión del virus. Pero
sin diagnóstico, no hay tratamiento posible. Y ese es el gran argumento de
quienes creen que ha llegado la hora de “ser menos conservadores”, como dice la
propia Castillo. En España se calcula que alrededor del 30% de las personas con
VIH no sabe que está infectada. “Y la infección oculta es el gran problema”,
apunta Pere Domingo, presidente del Grupo de Estudio de Sida de la Sociedad de
Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (Gesida). “Cualquier actuación
que contribuya a desenmascarar la infección oculta es buena. Lo mejor es
saberlo cuanto antes, y si es con este análisis casero, me parece bien”,
afirma.
Domingo admite
que “si se hace en casa, la situación es más compleja”. Pero lo tiene claro:
“Compensa”. “Y, como si sale positivo luego hay que repetir la prueba en un
centro de salud, lo único que sucede es que se dilata un poquito el
asesoramiento. Son muchos los beneficios”, dice.
Enrique
Ortega, presidente de la Sociedad Española Interdisciplinaria del Sida
(Seisida), una organización que a diferencia de Gesida incluye también a ONG,
está de acuerdo con que “teniendo en cuenta el problema del diagnóstico
tardío”, esta sería “una forma más de luchar contra el VIH”. Eso sí, Ortega
cree que tiene que haber una “muy buena coordinación con una unidad de
enfermedades infecciosas”. Para él, la gran utilidad de la prueba casera está
en que con ella se podría llegar a una población a la que no se accede normalmente,
porque está sana y no van a los centros de salud. Para asegurar que los afectados
no se pierden por el camino, cree que quizá se podrían poner unos teléfonos de
atención para las personas a las que la prueba les diera positivo en las
farmacias. En EE UU, el fabricante de la prueba, OraSure Technologies, ha
asegurado que pondrá en marcha un centro de información abierto 24 horas del
día.
Esa
importancia de la información a la hora de hacerse la prueba y después es algo
que menciona también Castillo: “Habría que cambiar los prospectos,
probablemente para dar más información práctica” de adónde ir o qué hacer si
sale positivo, admite.
También
Zulaka, el responsable del plan antisida vasco, reconoce que el sistema tendría
algunas consecuencias beneficiosas. “Quizá un mayor anonimato y poder hacer la
prueba en la intimidad sea algo que pueda ser ventajoso para algún usuario de
los análisis caseros, pero creemos que no compensa las otras desventajas”,
concluye.
“No es como un test de embarazo, esto requiere apoyo”, dice un experto
Esta idea de que algunos podrían
aprovecharse —en el buen sentido de la palabra— de un acceso aún más fácil
también la comparte el responsable de Apoyo Positivo, Iosu Azqueta. Aunque
defiende su modelo, en el que se atiende gratis a personas que piden cita
previa. Para él no hay duda de que “comercializar la prueba puede ser
cuantitativamente bueno: a más gente que se haga la prueba, más casos positivos
[en el análisis] se van a identificar, y más se va a paralizar la epidemia”,
admite.
Pero, por otra
parte, esa misma idea de la comercialización de la prueba le parece un inconveniente.
“Estamos hablando de un problema de salud pública, y debería ser gratuito”,
opina Azqueta. Porque al cobrar se introduce otro factor de distorsión. “Si la
prueba se vende, se produce una discriminación hacia quienes tienen menos
medios, y eso disminuye su capacidad para decidir”.
También Pujol,
el más reacio a que se cambie el actual sistema, pone el dedo en la llaga del
dinero. “¿Quién se beneficiará con la venta? Tenemos un sistema que funciona y
que sale barato a la Administración. Se puede incidir de manera voraz en el
diagnóstico precoz, pero sin olvidar la ética”, insiste. Al “banalizar” la
prueba, dice, se corre el riego de que se use de manera “abusiva”. “Se puede
forzar a hacer la prueba en el ámbito doméstico para comprobar una infidelidad.
O las redes de trata pueden obligar a las mujeres a hacérsela para seguirlas
explotando y cobrar más a los clientes al asegurarles que la persona no tiene
el VIH”.
Aun así, Pujol
admite que para algunas personas “con suficiente formación” la autoprueba es
una opción. “Pero a estas personas ya llegamos. El problema del diagnóstico
tardío está en aquellos que no se reconocen como gais, o que tienen una
relación con una transexual y llevan una doble vida”. Para Pujol, por tanto, la
autoprueba podría crear otro grupo de afectados: los que sabiendo que han dado
positivo, se lo niegan o no llegan al sistema sanitario. “Hasta nosotros
perdemos a algunos con nuestro sistema”, dice, indicando que personas que
reciben un diagnóstico positivo luego no acuden a los centros de salud para
confirmar el resultado o, si su estado lo recomienda, al hospital a por
medicación.
El asunto aún
no ha llegado a España. Pero las alternativas están ahí. Ni solo ni acompañado
el sapo de un diagnóstico positivo es fácil de tragar. La ventaja es que
actualmente hay oferta suficiente para enmendar casi cualquier decisión que,
por miedo o ignorancia, se tome al principio. Lo único es no dejarlo pasar.
Con información de Carolina García.
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