El fútbol y el movimiento gay mostraron, el pasado viernes, su cariño por el desaparecido Justin Fashanu. Foto: JOAN CORTADELLAS
Va por ti, Justin Fashanu
• El movimiento gay homenajea al único futbolista británico que se atrevió a salir del armario El goleador del Nottingham Forest se suicidó al no poder soportar la presión.
21/02/2010 El Periódico de Cataluña.
Artículo de EMILIO PÉREZ DE ROZAS
BARCELONA
Brian Clough, ganador de dos Copas de Europa con el Nottingham Forest inglés, miró a la cara a Justin Fashanu, su prodigioso goleador, y le dijo: «¿Adónde vas si quieres una rebanada de pan? A la panadería, ¿no?». Justin no sabía lo que le decían, pero Clough, que había cerrado la puerta de su despacho de un manotazo, prosiguió con su sermón: «¿Adónde vas si quieres una pata de cordero? A la carnicería, ¿no?». Fashanu aún lo entendió menos. «Entonces, ¿por qué cojones tú sigues yendo a ese club de maricones?», gritó Clough, haciendo resonar los cristales de la habitación donde se desarrollaba la esperpéntica escena.
Fashanu, el primer jugador negro británico cuyo traspaso, precisamente al Nottingham Forest, alcanzó, en 1980, la cifra de un millón de libras esterlinas, recibió el viernes, día en que se conmemora su nacimiento hace ahora 49 años, el homenaje de un montón de amigos y admiradores en todo el mundo por haber sido, por ser, el único futbolista del Reino Unido capaz de dar un paso adelante y declararse homosexual. Fue en 1990, en una entrevista que The Sun tituló «£1m Football Star: I am gay». Es decir, estrella del fútbol de 1 millón de libras se declara gay.
A partir de aquella conversación, la vida de Justin fue un tormento, una locura. Y mucha gente, demasiada, respondió a su sinceridad, a su transparencia, a su gesto con los mismos modos, modales y palabras que el laureado Brian Clough. Le acusaron de compartir cama con un parlamentario conservador, huyó un tiempo a EEUU en busca de tranquilidad y, cuando regresó a Inglaterra, descubrió que todo seguía igual. En marzo de 1998, un joven de 17 años aseguró ante la policía haber sido atacado «sexualmente» por Justin. Lamentable montaje. Pero la policía tardó demasiado en desmentirlo, en desmontar el bulo. Dos meses después de la denuncia y semanas antes de que la policía reconociese que todo era mentira, Justin se suicidó, se ahorcó en un garaje abandonado de la localidad londinense de Shoreditch.
«Lo que hizo Justin fue muy grande, muy valiente», explica José Benito, presidente del Grup d’Amics Gais (GAG), uno de los organizadores del homenaje a Fushanu, que tuvo lugar el viernes en el estadio Narcís Sala del Sant Andreu. «El fútbol es el deporte donde la homofobia es más latente. Ningún jugador se atreve a salir del armario por la presión que ejercen los vestuarios, el club, la afición y la sensación que tienen los homosexuales de que serán maltratados, como le ocurrió a Justin». Benito asegura que, justo en el momento de su desaparición, la revista Zero había pactado un llamativo reportaje con un jugador del Real Madrid que estaba dispuesto a aparecer en su primera página.
Fashanu recibió el viernes el calor de los suyos, no solo en Sant Andreu, también en Brighton, donde The Justin Campaign –cuyo logo aparece junto a estas líneas– envió su propio equipo para jugar un partido en Norwich, lugar donde Justin comenzó su carrera profesional.
Puede que muchos de ellos hablasen el viernes de la reciente negativa de las estrellas de la Premier, que se han negado a protagonizar una campaña publicitaria contra la homofobia, producida por la agencia Ogilvy, por miedo a ser criticados por sus hinchas. Ni siquiera la positiva acogida que tuvo en diciembre la salida del armario de Garet Thomas, capitán de la selección de rugbi de Gales, sirvió para disuadir a Terry, Gerrard y compañía.
«Yo conocí a Justin, sí, y solo puedo decir maravillas de él», cuenta Michael Robinson. «En aquella época, él y yo éramos los delanteros más cotizados del mercado», explica el ahora comentarista de Canal +, que recuerda lo dura que fue la infancia y juventud de Fashanu, recluido en un orfanato casi desde bebé. Justin aprendió a boxear («ya sabes, ese parece un deporte hecho para niños duros, ideal para desquitarse de su mala suerte a golpes») y acabó siendo campeón de Inglaterra amateur. Pero Justin se pasó al fútbol y triunfó. Y mucho, convirtiéndose en el chico del millón de libras.
«Nunca nadie sospechó nada de Justin, continúa explicando Robinson–. Era encantador pero duro. Agresivo pero noble. Veloz. Su juego aéreo era bestial. Recuerdo que, en los saques de esquina nadie, nadie quería emparejarse a él, pues sus codos eran afilados», dice el carismático comentarista.
Fuera del campo, Robinson cuenta que Justin era muy tímido, «tremendamente educado, exquisito en su lenguaje, de habla refinada». Tradicionalmente («creo que aún se conserva esa bella costumbre»), después de los partidos, los jugadores de ambos equipos comparten una cerveza en el mismo estadio. A veces, hasta acude el árbitro. «Los jugadores locales cuentan con cuatro invitaciones y los visitantes, con dos. Justin acudía con familiares, amigos y conocidos pero jamás, jamás ofreció indicios de su homosexualidad». Puede, dice Robinson, que alguien sospechase algo, pero nadie se atrevió nunca a insinuárselo. «Justin les habría noqueado con un crochet directo a la mandíbula».
«No quiero ser más una vergüenza para mis amigos y mi familia. Espero que el Jesús que amo me dé la bienvenida y, finalmente, encuentre la paz». Así rezaba la nota que se encontró junto al cadáver de Justin el 3 de mayo de 1998.
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