¿Por
que no? Yo siempre he confiado en la bondad de los desconocidos”
Esta
es la frase que, después de mirarlos de arriba a abajo, dice
Blanche Dubois cuando tratan de internarla en un manicomio.
Obra
maestra del dramaturgo Tennesse Williams,la obra teatral "Un
tranvía llamado deseo" recibió el premio Pulitzer en la
categoría de drama en 1948.
Para
el cinéfilo existen películas que le descubren novelas no leídas,
autores desconocidos o alguna que otra obra teatral. Incluso alguna
versión cinematográfica habrá ayudado a comprender textos de
lectura árida. El lector empedernido, sin embargo, procura evitar
estas versiones porque la decepción y el desencanto suelen ser la
tónica habitual. Entre las excepciones (aunque no son las únicas),
“Un tranvia llamado deseo” de Tennessee
Williams,
“Muerte en Venecia“ de Thomas Mann “o “El nombre de la Rosa”
de Umberto Ecco. La obra teatral “Un tranvía llamado deseo” se
estrenó en diciembre de 1947. Tras representarla magníficamente
Marlon Brando y Vivian Leigh en Broadway durante más de cuatro años
y obtener el
Pulitzer
of
Drama entre
otros premios, fue llevada al cine de modo magistral por Elia Kazan.
La pluma intensa, dura, certera y al mismo tiempo cargada de poesía
y sensibilidad de Tennessee Williams, uno de los mejores dramaturgos
estadounidenses del siglo XX, creó una obra que aún se sigue
representando con la misma fuerza que el día de su estreno.
Una historia cargada de sensualidad.
Blanche
Dubois, el personaje principal, llega a Nueva Orleans para visitar a
su hermana Stella, casada con Stanley, un hombre rudo, escéptico y
violento. Su frágil y enfermiza personalidad chocará con el
carácter agresivo de Stanley, que no tendrá con ella las atenciones
esperadas. Será Mitch, uno de los amigos de Stanley quien se enamore
de Blanche, atraído por su sensibilidad y una cultura desconocida.
Como ocurre en toda su producción, Williams concibió un melodrama
cargado de deseo, pasión y sensualidad, con personajes complejos y
atormentados, ambientándolo en un espacio asfixiante y decrépito,
que atrapa al espectador desde su comienzo; una obra en la que los
decorados (prueba de ello es la importancia que da el autor a las
acotaciones descriptivas en el texto) sugerentes, casi fantasmales,
reflejan la decadencia sureña, y potencian, respetando siempre la
unidad espacial, las posibilidades dramáticas del texto. La
presencia permanente de la escalera en escena es un ejemplo.
Obra
vanguardista.
Williams
representó en el teatro americano un punto de
vanguardismo, incluso de ruptura con autores anteriores tanto por su
franqueza en lo referente a su vida personal como por su discurso
potenciando la diferencia y la crispación, y tratando con crudeza y
realismo temas hasta entonces tabúes en la escena americana: las
enfermedades mentales, el miedo a la locura, la tensión, la
violencia y el deseo sexuales, la homosexualidad, el consumo de
drogas o las relaciones interraciales.
Simbolismo onírico.
La
obra, además del carácter simbólico del decorado que le da un
toque de irrealidad onírica, es una demostración de hasta dónde
pueden conducir las posibilidades expresivas de un texto
soberbiamente entretejido, que con un ritmo interno y un lirismo
especiales, nos descubre una Blanche Dubois que simboliza el amor, la
poesía, la debilidad, la locura, el recuerdo y el desvarío en el
presente. En “Un tranvía llamado deseo”, además de una
referencia breve pero clarificadora a la homosexualidad del primer
marido de Blanche, la protagonista, se refieren los encuentros
sexuales anteriores de esta, la violación por parte de Stanley, el
marido de su hermana, las expresiones sensuales e indisimuladas de
deseo de las mujeres por el cuerpo masculino y viril de un hombre
primario, brutal, casi inhumano; la violencia sexual , siempre
latente, y a veces evidente de los hombres… cánones de
comportamiento humano que más que como una excepción, Williams los
describe como norma. Es este un drama barroco y sensual, en el que el
pasado sale a la luz como un secreto oculto que al desvelarse
cambiará dramáticamente el futuro de sus protagonistas, un drama
cuyo eje principal es el miedo a la locura, la confusión entre la
realidad y la fantasía, impregnando la atmósfera, opresiva y
sórdida, con la sensación de pánico e inestabilidad que transmite
la protagonista.
El
efecto de la censura americana.
Pero
que nadie espere encontrar todo esto en la película. Aún
considerada como ejemplo de adaptación cinematográfica en la
historia del cine, la fuerte censura norteamericana durante los años
cincuenta suprimió fragmentos de la obra teatral, y suavizó parte
de su contenido sexual. Por ello, es indudable que quien quiera
descubrir esta obra de Tennessee Williams, deberá disfrutarla en el
teatro, o leerla, disfrutando con cada uno de sus párrafos.
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